Hoy es uno de esos días. Te has levantado con una sensación extraña que mientras desayunas y te preparas para salir se está volviendo oscura, casi negra. Llegas a clase y las cosas no van bien: un pequeño gran roce con tu amiga, una clase aburrida y en la siguiente estás totalmente perdida.
Es el momento de volver a casa. Para comer eso que más odias, y tu hermano vuelve a proponerse hacerte la vida imposible. No puedes evitar pensar en la tarde que te espera: encerrada en tu habitación, ahogada entre libros, apuntes, bolígrafos y restos de goma...
Y te entran ganas de gritar, de llorar. Tan solo quieres desahogarte y escapar de estos meses. Te repites mil veces que sólo es un tiempo, que el esfuerzo vale la pena. Pero estas palabras no te calman, ya no te resultan efectivas.
Ahora mismo quieres verle, besarle, tocarle. Quieres que te abrace con dulzura y te haga sentir especial, única. Quieres estar junto a él, porque ese es el único momento de la semana en el que te sientes bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario